Seis preguntas sobre razonamiento probatorio. Una entrevista al Prof. Jordi Nieva Fenoll (por Ignacio M. Soba Bracesco)

I) Usted ha estudiado temas muy variados del Derecho procesal y del Derecho o razonamiento probatorio. Con su obra incluso ha ayudado a otros juristas a relacionar el estudio de temas clásicos y novedosos con otras ciencias o disciplinas ¿Cuáles son las diferencias más relevantes -si es que considera que existen- entre el estudio o la investigación acerca de la prueba y el de otros temas del Derecho procesal?

Mi aproximación científica a la prueba no ha sido diferente a la que he tenido con otros temas. El método científico es el mismo, basado en la observación de la realidad, el estudio de la historia y la consulta del Derecho comparado, la doctrina y la jurisprudencia. Esa observación de la realidad, que es lo más fundamental, es la que relaciona necesariamente el estudio del Derecho con otras ciencias. Creo que así deberá ser en el futuro si el Derecho quiere salir de las fronteras de la filosofía. No se puede ni ignorar la realidad ni crear una especie de realidad imaginaria, cómoda para los jueces, imponiéndola a los operadores jurídicos, que es lo que a veces se observa en la jurisprudencia.

II) Además de su importante producción bibliográfica, existe una cada vez más vasta y casi inabarcable acumulación de libros y artículos sobre la prueba (aunque es cierto que de muy diversos enfoques y profundidad). En Iberoamérica, quizás se podría decir que estamos incluso ante un Boom probatorio. Sin embargo, muchas publicaciones no son leídas y mucho menos citadas, o si son citadas no se logra un “diálogo” entre las ideas de quien cita y las del citado. Más allá de lo que es su obra, que sin duda es exitosa desde el punto de vista editorial y de divulgación, ¿cree que nos leemos entre los juristas?

Se publica demasiado porque las agencias de evaluación de la calidad de los docentes, o de sus proyectos, se fijan solamente en la cantidad, y no en la calidad, que con muchísimas dificultades evalúan alguna vez. Ello provoca que se haya desvalorado trabajos importantes como la tesis doctoral, convertida ahora en un pequeño libro de circunstancias, cuando debiera ser un trabajo muy contundente. Al haber tanto que leer, se acaba por no hacerlo. Abogo por una restricción drástica de lo publicado, que se produciría con seguridad si esas agencias de evaluación de docentes valoraran un solo trabajo, la tesis doctoral por ejemplo, o dos trabajos a lo sumo. Pero no un montón de pequeños ensayos, la mayoría de corta y pega, que además en el futuro –casi presente– se podrán redactar con la ayuda de la inteligencia artificial. Ello llevaría a concentrar la evaluación en un solo trabajo de un autor, lo que reduciría la cantidad de bibliografía producida. De ese modo, sería más fácil estar al día en las lecturas. Actualmente, ello es materialmente imposible, especialmente si se lee en siete idiomas, como es mi caso y el de algún otro profesor.

III) Entre los libros o artículos sobre la prueba (de otros autores u otras autoras), ¿identificaría o recomendaría alguno como particularmente disruptivo o innovador? 

“La semplice verità”, de Michele Taruffo. Es un trabajo de madurez, no realmente compendioso, sino de una sinceridad avasalladora. Es Taruffo en estado puro, sin confines. A mi juicio es su mejor libro.

IV) De lege ferenda, sea en su país o adoptando una perspectiva comparada, ¿propondría o destacaría la necesidad de alguna reforma en la regulación de la prueba?

Simplificaría decididamente los procedimientos, que provienen del sistema de prueba legal, que debe abolirse por fin y de una vez por completo. Además, creo que los ordenamientos deben marginalizar los interrogatorios. Aunque hagan sentir cómodos a abogados y jueces para preparar sus defensas y –a veces– sus sentencias, en realidad le dan la espalda a la ciencia, esto es, a la psicología del testimonio. Su “método” –por llamar de algún modo a esa pantomima– es aberrante desde esa perspectiva, y sólo sirve para crear sensaciones intuitivas en el juez sobre la bondad o maldad de un litigante o un testigo. Eso no es averiguar la realidad, sino traicionarla. Deben celebrarse algunas entrevistas cognitivas con psicólogos en casos, en general, excepcionales: menores y reos y víctimas de delitos violentos. Al margen de eso, solamente son un show vistoso en el que los interrogados dicen lo que han preparado o prefabricado, solos o, aún peor, con la ayuda de abogados y fiscales. Esta farsa tiene que acabarse. Actualmente tenemos, gracias a la tecnología, infinidad de medios de prueba que no eran imaginables ni siquiera hace cincuenta años. Ya no tenemos que depender de los interrogatorios porque tenemos elementos de prueba muchísimo mejores.

V) Dentro de lo que es el tema del avance del Derecho y estando ya por culminar el primer cuarto del siglo veintiuno ¿considera posible efectuar alguna predicción acerca de cómo será el Derecho o razonamiento probatorio de aquí a mitad de siglo? ¿Puede aventurar qué tema (o temas) cobrará más relevancia teórica o práctica en estos próximos años o décadas?

El impacto de la inteligencia artificial va a ser enorme en materia probatoria. Las posibilidades de manipulación y distorsión de los documentos se van a multiplicar, así como la valoración que se haga de los medios de prueba, que será tarde o temprano asistida por IA. Veremos cómo el antiguo “secundum conscientiam suam” se aleja del terreno de la intuición y se acerca a algo plenamente científico.

VI) Usted ha vinculado el cine y el Derecho en su libro El hombre que mató a Liberty Valance (Tirant lo Blanch, 2020). También hay quienes han relacionado de modo diverso algunos aspectos de la literatura, el teatro, la música o la pintura con el Derecho. En ese sentido, ¿hay algo de arte en la prueba?

El arte busca impresionar los sentidos para enviar un mensaje al observador. Cuando se escribe de Derecho, tal vez también se pueda hacer algo de arte, pero no es su misión principal. En los ensayos, el mensaje se explica directamente, con pocas evocaciones. Yo mismo utilizo muchos conocimientos de las artes escénicas en mis clases, así como figuras literarias en mis escritos. Pero la utilización que hago de esas herramientas es solamente instrumental. Hacer arte es otra cosa. Es la diferencia entre redactar un tratado de semiótica y escribir “El nombre de la rosa”. 


Entrevista efectuada por Ignacio M. Soba Bracesco. Marzo, 2023. 

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